miércoles, 28 de abril de 2010




El Museo del Pueblo Maya de Dzibilchaltun



Situado en el norte de la península de Yucatán, Dzibilchaltun es, simultáneamente, una ciudad arqueológica de la cultura maya, y un Parque Nacional.
El objetivo de mostrar cómo ha sido el desarrollo de esa cultura, tanto en sus aspectos más elaborados (arquitectura, artes plásticas, matemáticas, astronomía...) como en los más populares (habitación, comida, vestido...), desde la época prehispánica, pasando por la colonial, hasta el día de hoy.
“El tiempo aproximado del recorrido por el museo es de una hora.”
El primer espacio de exhibición se encuentra bajo una gran pérgola cubierta de cristal, se trata de un jardín en el cual se aprecian esculturas prehispánicas monolíticas de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, tacan “los Jugadores de Pelota”, procedentes de la Región Puuc, la “Estela de Ichpaatun”, Quintana Roo, tallada en roca de origen marino, y el Chac Mool procedente de Chichen Itza.
En este museo se exhiben elementos cerámicos y arquitectónicos procedentes de Chiapas, Campeche y del propio Yucatán arreglados a manera de ilustrar temas como el concepto maya del universo, el surgimiento del hombre, la relación hombre-naturaleza, los dioses, la estratificación social, la pintura, la escritura, la especialización en el trabajo y la cuenta del tiempo.








Museo del Templo Mayor



La zona arqueológica del Templo Mayor de México-Tenochtitlán fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.
La narración nos habla de la peregrinación de los aztecas, ésta nos dice que ellos salieron de un lugar llamado Aztlán, y que tras largos años de viajar llegaron al valle de México, que se encontraba dominado por dos pueblos, los tepanecas en Azcapotzalco y los colhuas en Culhuacan. Así los mexicas sirvieron a las dos potencias locales como siervos y mercenarios, y es de Culhuacan de donde comienzan a surgir sus primeros gobernantes, el Huey Tlatoani.
Del señor de Azcapotzalco consiguieron el permiso para asentarse en un islote, donde comenzaron a construir su capital, logrando ganarle terrero al lago por medio de chinampas. Según el mito, el dios tutelar de los mexicas, Huitzilopochtli, les dio la señal por la que reconocerían la tierra que él les había prometido, consistente en un águila parada sobre un nopal devorando una serpiente.
Es precisamente en ese lugar donde se construye el adoratorio para el dios, la primera etapa del Templo Mayor que después se convertiría en la mayor estructura de la ciudad, ubicada en el centro ceremonial.
El descubrimiento del centro ceremonial fue, como la mayoría de los hallazgos más importantes en la historia de la humidad, casual. El 21 de febrero de 1978 un grupo de trabajadores de la Compañía de Luz realizaban trabajos de excavación en el primer cuadro y uno de ellos golpeó una piedra muy grande, se comunicaron a la estación de la Compañía ubicada en San Lázaro y comunicaron lo sucedido, de inmediato se habló a la gente del Instituto Nacional de Antropología e Historia, que mandaron a una arqueóloga y así se supo que la piedra era en realidad un monolito que representaba a la diosa Coyolxauhqui, hermana de Hutzilopochtli y deidad de la Luna; de esta manera comenzó el hallazgo del Templo Mayor.
Lo anterior me lo contó mi padre, Rafael Roura Meneses, trabajador jubilado de la Compañía de Luz, quien estuvo presente en la estación de San Lázaro esa noche.
De hecho, el pasado 21 de febrero se cumplieron treinta años del descubrimiento, treinta años de que el Templo Mayor volvió a ver la luz después de aproximadamente 486 años de estar enterrado.


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